domingo, 8 de agosto de 2010

Hay una sirena en mi pecera



Martín llegó a su casa, con la camisa por fuera y la corbata desatada, cerró la puerta y colgó la chaqueta que llevaba en el brazo, mientras las palabras: "Lo sentimos, esta usted despedido" retumbaban aun en su cabeza.

Arrastrando los pies y cabizbajo, se acercó al sofá donde se dejo caer, se quitó los zapatos y se quedó ahí, pensativo, mirando al techo.

Cuando habían transcurrido cuatro horas, notó la garganta seca y se dispuso a coger una cerveza fría de la nevera, cuando al pasar por su pecera... advirtió algo, que se movía veloz.

-¿Como?- exclamó, mientras se acercaba despacio a la pecera y sus ojos se iban agrandando según se aproximaba a ella.

-Pe... ¿pero que es esto?- se comentó a si mismo, mientras tenia ante sus narices a una pequeñísima sirena, de melena larga y ojos diminutamente verdes.

La pequeña sirena, al advertir su presencia, se detuvo y llevándose las manos a la boca, dio un pequeño respingo asustada y se fue rápidamente a esconder, dentro de una concha morada, que decoraba discreta, la pecera de Martín.

El muchacho no lo podía creer... se tocó la frente y pensó que había sido un día muy duro y que quizá era mejor irse a dormir, antes de acabar perdiendo la cabeza.

A la mañana siguiente, aun con los ojos pegados, se dirigió a la pecera a dar de comer a sus peces como cada día. Abrió el pequeño botecito blanco, cogió una pizca con los dedos y lo espolvoreó dentro de la pecera, se incorporó y dio media vuelta, cuando de repente...

Recordó la extraña visión del día anterior, se volvió a girar hacia la pecera con los ojos bien abiertos y... ¡ahí estaba la diminuta sirena! mirándolo desde el otro lado del cristal, con el cejo fruncido y sacudiéndose del pelo, muy molesta, los trocitos de comida que Martín acababa de espolvorear.

-¡Dios mio eres real!- dijo acercando su cara al cristal.

Entonces la sirena se sentó de espaldas a él con los brazos cruzados.

-¡No pequeñita! No te enfades, perdón, no quise llenarte de eso, lo siento mucho- dijo mientras golpeaba con un dedito, el cristal de la pecera.

La Sirena, al escuchar los golpecitos, se giró despacio aun con los brazos cruzados y la carita medio enfadada, pero al ver los ojitos apenados de Martín, se acercó ondeando su cola y le mostró una sonrisa amplia y simpática.

-Eres preciosa...- le susurró con una cálida sonrisa, mientras acariciaba su pelo a través del cristal.

Los días pasaron y Martín comenzó a buscar trabajo, cada día llegaba agotado y triste, pero al llegar a casa, allí estaba su pequeña amiga, siempre con una sonrisa saludándole desde la pecera.

Él se sentaba a su lado y le explicaba sus temores, sus sueños, sus anécdotas... pese a no estar muy seguro si ella alcanzaba a oírle o a entenderle. Al anochecer, el joven limpiaba y preparaba pescado de diferentes formas y sabores, el suyo salteado ligeramente en la sartén y el de ella crudo, cortado muy finito y sin espinas. El joven lo introducía despacito en la pecera y ella lo iba colocando en una cascara de almeja que usaba como plato.


Así transcurrieron los días, hasta que un día llegando Martín de su jornada diaria de buscar empleo, contempló perplejo que su amiguita, su dulce sirenita, estaba echada en su concha, encogida y con un semblante muy triste.

-¿Eh, chiquitita que ocurre?- le preguntó con mucha dulzura. La Sirenita lo miró e hizo una ligera mueca intentando sonreír.

-¡Oh no! ¿estas enferma? Dios mio y ahora que hago... ¿a quien puedo acudir?- El muchacho se puso muy nervioso y comenzó a deambular desesperadamente por la casa.

Después de caminar un buen rato, una idea alcanzó su mente -¡ya esta! Te voy a llevar al mar, seguramente ese sea tu hábitat natural y quizá allí te pongas bien, te soltaré despacito y si no te recuperas pensaremos otra cosa, pero no te voy a dejar así preciosa, te lo prometo.

Martín buscó una pequeña red, que usaba para sacar los peces cuando tenia que limpiar el acuario y la usó para coger a su querida amiga y depositarla dentro de un recipiente de cristal lleno de agua que cerró con un tapón grande, para evitar que se derramara durante el viaje.

Juntos emprendieron un viaje al norte de su país, en donde estaba el mar mas cercano, una vez allí alquiló un barco por unas horas a unos marineros y uno de ellos se ofreció a llevarlo mar adentro.

Una vez dentro del barco, Martín colocó de forma segura el recipiente que contenía a su amiga, encima de una toalla bien colocada y lo tapó con otra dejando oculta a la pequeña sirena.

-Espera un poco amiguita, que ya llegamos- se dijo para si mismo mientras observaba las maniobras del marinero para zarpar.

El barco se iba adentrando en aquellas aguas de azul intenso, mientras los reflejos dorados del sol, se reflejaban en los ojos de Martín, que se levantó y caminó poco a poco hasta apoyarse en una de las barandillas.

Contemplando la inmensidad que le rodeaba, allí de pie, agarrado y quieto, con los ojos cerrados inspirando intensamente los olores que le invadían, una fuerza inmensa expandió sus pulmones, aceleró su corazón y un enorme cosquilleo apareció en la planta de sus pies.

En ese instante, se sintió más vivo que en toda su vida, en ese instante, sintió lo más parecido a estar enamorado, en ese instante... supo que ese era su lugar y su destino, que había nacido para surcar los mares, para navegar. Alzó los brazos al aire y comenzó a gritar de felicidad.

-¡Oiga! ¿Se encuentra bien?- le preguntó algo desconcertado el marinero.

-¡Si señor! Estupendamente ¡mejor que en toda mi vida!- se dirigió de un salto al recipiente oculto entre las toallas, donde estaba escondida su amiguita.

Levantó la toalla y ahí estaba el recipiente, completamente cerrado, tal y como él lo había dejado, pero... no había ni rastro... de la pequeña Sirena.
Con este cuento quise continuar en la linea de "El Unicornio", un elemento fantástico que aparece en la vida de las personas cuando están pasando por un mal momento y desapareciendo después, dejando la incógnita.

La imagen que he elegido para protagonizar el vídeo es de la Ilustradora: "Penny Parker".


Espero que os haya gustado, estaba un poquito afónica, espero que no se notara mucho en la grabación.

¡Hasta pronto! :)